sábado, 28 de mayo de 2011

EL HUEVO VACÍO

EL HUEVO VACÍO
Jeremías nació con un cuerpo deformado y una mente lenta. 
A la edad de 12 años no había pasado de 2º grado, y parecía que jamás podría aprender nada. Con frecuencia su maestra, se exasperaba con él, porque solía estar en su banco moviéndose, babeando, y gruñendo. A veces hablaba claramente, como si un rayo de luz hubiera penetrado en la oscuridad de su cerebro. Pero la mayor parte del tiempo Jeremías irritaba a su maestra.
Cierto día citó a sus padres para hablarles. Cuando ellos entraron en el aula vacía, la maestra les dijo: 
"Jeremías verdaderamente tiene que asistir a una escuela especial. No es bueno para él estar con niños más pequeños que no tienen problemas de aprendizaje. De hecho, tiene un atraso mental de cinco años con respecto a los otros alumnos". La mamá lloraba calladamente, y mientras su esposo le decía a la maestra: "Señorita, no hay ninguna escuela especial aquí. Y sería un golpe terrible para Jeremías si lo quitáramos de esta escuela. A él verdaderamente le gusta estar aquí".
La maestra permaneció sentada durante un largo rato después que se habían ido los padres de Jeremías, contemplando a través de la ventana la nieve que caía y que parecía enfriarle el alma. Quería entender a estos padres. Después de todo, su único hijo tenía una enfermedad terminal. Pero no era bueno tenerle en su clase. 
Había otros 18 niños a los que debía enseñarles, y Jeremías sólo los distraía. Además, nunca aprendería a leer y escribir. ¿Por qué malgastar más tiempo con él? Mientras pensaba en esto, comenzó a sentirse culpable. "Aquí estoy, lamentándome por mis problemas, que no son nada comparados con los 
de esa pobre familia", pensó. Y también oró: "Señor, ayúdame a ser más paciente con Jeremías". Y a partir de ese día trató verdaderamente de ignorar los ruidos que hacía el niño y las hojas en blanco de su cuaderno.
Un día, Jeremías caminó dificultosamente hasta el escritorio de su maestra, arrastrando su pierna inútil detrás de él. "La amo, Señorita", exclamó lo suficientemente fuerte como para que toda la clase lo oyera. La maestra se puso roja, especialmente al ver los gestos que hacían los otros alumnos. Ella alcanzó a tartamudear: "Bue… bueno… es muy lindo lo que me dices, Jeremías. Ah… ahora, por favor vuelve a tu asiento…"
Pasó el tiempo, llegó la primavera, y los niños conversaban animadamente acerca de la proximidad de la Pascua. La maestra les contó la historia de Jesús, y para destacar la idea de la que la vida renacería, entregó a cada uno de los niños un huevo grande de plástico, y les dijo: "Quiero que lo lleven a su casa, y mañana lo traigan con algo dentro que nos enseñe sobre la vida. ¿Entienden?" "SÍÍÍÍ, Señorita", respondieron entusiasmado todos los niños, excepto Jeremías. Estaba escuchando atentamente, sus ojos no se quitaban del rostro de la maestra. Ni siquiera estaba haciendo sus ruidos habituales. 
¿Habría entendido lo que ella dijo acerca de la muerte y la resurrección de Jesús? ¿Podría hacer la tarea? ¿Llamaría a sus padres para explicarles lo que Jeremías tenía que hacer? Esa tarde tuvo que hacer muchas compras, planchar una blusa, preparar la cena, y se olvidó completamente de hacer esa llamada.
Al día siguiente, los 19 alumnos vinieron a clase. Reían y charlaban mientras ponían los huevos de plástico en la canasta vacía que estaba sobre el escritorio de su maestra. Y al finalizar el período de clases, llegó el moment de abrir los huevos. En el primero, la maestra encontró una flor. "Oh, sí, una flor es señal de una nueva vida", dijo. El siguiente huevo contenía una mariposa de plástico, que parecía real. Su comentario fue: "Todos sabemos que algunas orugas se convierten en mariposa. Sí, ésta también es una vida nueva". Después abrió otro huevo donde había una piedra cubierta de musgo. Y explicó que el musgo también era una muestra de vida.
A continuación abrió el cuarto huevo. Su respiración se hizo entrecortada ¡El huevo estaba vacío! "Seguramente debe ser de Jeremías", pensó: "No habrá entendido mis instrucciones. Si no me hubiera olvidado de telefonear a sus padres…" Y como no quería que Jeremías se sintiera mal, lentamente puso el huevo a un lado y tomó otro. Repentinamente Jeremías le dijo: "Señorita, ¿no va a hablar acerca del huevo que yo traje?" Nerviosa, le contestó: "Pero Jeremías, el huevo está vacío". Y él, mirándole a los ojos le dijo suavemente: "Sí, pero también la tumba de Jesús estaba vacía".
Pareció que el tiempo se detenía. Y cuando pudo hablar nuevamente, la maestra le preguntó: "¿Sabes por qué la tumba estaba vacía" "Oh, sí", dijo Jeremías. "A Jesús lo mataron y lo pusieron allí. Pero Su Padre lo resucitó". Sonó la campana, y mientras los niños corrían hacia fuera, la maestra se puso a llorar, y el hielo de su corazón se derritió… Jeremias murio tres meses despues. Y los que concurrieron a su velatorio se sorprendieron al ver 19 huevos sobre su ataud, y todos estaban vacios...
... como ayer, hoy tambien estoy a tu lado.                           Eduardo Diaz

EDUCANDO HIJOS PARA ENFRENTAR LA VIDA… ¿?

EDUCANDO HIJOS PARA ENFRENTAR LA VIDA… ¿?
 Eduardo Diaz Ch
La desmotivación hacia los estudios, el conformismo la mentalidad de autosatisfacción inmediata, son características comunes en muchos de los jóvenes. Esto hace que no se encuentren preparados para afrontar los cambios de la vida, y es por ello por lo que necesitan urgentemente aprender a ser más autónomos y resolutivos, pero… ¿cómo se adquieren esas habilidades?
Luis Rojas Marcos, eminente psiquiatra, define la resiliencia como “la fuerza para encajar, resistir y superar la adversidad”. Se trata de la única explicación que justifica que un empresario que se ha arruinado, vuelva a construir un imperio; o que una madre pueda seguir viviendo tras la muerte de un hijo.
Si algo tenemos claro los que nos dedicamos a tratar de mejorar la educación del siglo XXI, es que al menos hasta ahora, no se ha educado a los estudiantes para ser recipientes. De hecho, no hay más que ver cómo se derrumba cuando suspenden un examen o cuando no aprueban unas oposiciones.
Ahora bien, aunque la resiliencia es algo que unas personas poseen de forma innata, también se puede enseñar, y a continuación te contaremos algunas recetas para conseguirlo.
Recetas para la resiliencia
Si quieres educar hijos resilientes, debes ayudarlos a desarrollar las siguientes habilidades:
1. Inteligencia social: se refiere a la capacidad de relacionarse con los demás de forma asertiva, empática y constructiva. Está muy relacionada con la competencia de autonomía e iniciativa personal social y la competencia social y ciudadana.  
2. Proactividad y pensamiento heurístico: consiste en la capacidad para afrontar los problemas de forma resolutiva, pasando del pensamiento a la acción y aprendiendo de cada fracaso. Está muy relacionada con la competencia de aprender a aprender y de nuevo, la autonomía e iniciativa personal. 
3. Alta motivación de logro: tiene que ver con la búsqueda de la excelencia en todas las cosas que realizamos en nuestra vida, la capacidad de luchar por nuestros sueños y el compromiso con la tarea. Todo esto está muy relacionado con las competencias ya mencionadas, pero además, con el resto de las mismas, ya que, en la medida en que la persona domine un mayor número de habilidades, tenderá a fijarse metas más altas. 
4. Autonomía personal: significa ser capaz de valerse por uno mismo y aprender a hacerse responsable de todo lo que se hace cada día, es decir: asumir el papel de protagonista en la película de la vida. Esta habilidad, como la anterior, está íntimamente relacionada con todas las competencias y depende en gran medida de que nuestros hijos posean una autoestima fuerte y sana. 
Bien, ya conocemos las habilidades que debemos desarrollar en los niños, niñas y adolescentes que educamos, pero, ¿qué podemos hacer cada día para ayudarlos a construirlas? A continuación, te damos algunas estrategias que seguro te harán la tarea más fácil.
Estrategias para construir una personalidad resiliente
· Proveer amor incondicional y construir un apego seguro.
· Expresar frecuentes muestras de cariño de forma verbal y no verbal.
· Educar con disciplina positiva.
· Enseñar estrategias de autocontrol.
· Predicar, uno mismo, con un comportamiento resiliente.
· Utilizar refuerzos sociales.
· Proporcionar oportunidades para aprender a ser responsable.
· Comunicarse utilizando la escucha empática.
· Ayudar a afrontar los problemas de forma original y divergente.

Parecen muchas cosas a tener en cuenta, ¿verdad? Tranquilos, no se trata de que tengamos que estar sacrificados para educar hijos resilientes, sino más bien, de aprender a ser más resilientes para que nuestros hijos sigan nuestro ejemplo al ver cómo afrontamos las diferentes situaciones que se nos presentan y aprender de ellas.
Dime tu estas dispuesto como maestr@ o padre de familia a tomar este pequeñísimo reto???...